jueves, 13 de septiembre de 2007

Un rol activo frente al mundo de Internet

¿Los jóvenes leen en Internet? Sin duda, esta pregunta podrá reflotar la conciencia de muchos de ellos, ya que desde una primera instancia habría que preguntarse si leen para luego desembocar en el cómo, más allá del soporte en el que dicha acción se concrete.
La irrupción de Internet ha desestructurado a quienes provienen de la vieja escuela, cuyas costumbres y usanzas se construyen en la relación sine qua non entre el pizarrón, el libro y el vínculo docente- alumno, conglomeración tradicional respecto de la entrada al campo del conocimiento.
Sin embargo, las innumerables posibilidades que ofrece Internet para acceder a la información y a nuevas formas de entretenimiento son un mero reflejo de la metamorfosis que se va produciendo en el seno comunicativo-cultural del que somos protagonistas.
Entrar a un aula virtual en vez de estar frente a un pupitre, chatear en vez de conversar cara a cara, enviar un correo electrónico en vez de ir al correo postal a despachar una carta, realizar compras on-line en vez ir a un comercio, escuchar música por Internet en vez de poner un CD en un equipo, leer los diarios en vez de tener que contar con más de dos pesos para comprarlo, son algunos de los tantos cambios que la magia de Internet permite realizar, con el sólo hecho de estar enfrente de una computadora con la respectiva conexión que así lo permita.
Desde un punto de vista crítico y quienes tengan una visión totalmente apocalíptica sobre este nuevo emergente como vía de comunicación, sustentarán su ataque en la pérdida de identidad del ser como sujeto social, cuyo desinterés por la lectura aumentará notablemente.
No obstante, muchas veces se dejan en los vértices del análisis ciertas consideraciones que son fundamentales para abordar los aspectos positivos o negativos.
Pensar en el aislamiento pasivo o en la individualidad del receptor frente al mundo de Internet conlleva a replantear esta posición, ya que se pone en evidencia su rol activo. Chatear, participar en un foro, escribir un mail, realizar comentarios en los blogs demuestran que quien recibe puede responder poniendo en marcha su proceso cognitivo.
Por otra parte, el miedo a la no dominación de la tecnología genera cierto caos en la probable hipótesis de que ante el panorama desbordante de información que ofrece Internet los libros podrían llegar a desaparecer como símbolo del conocimiento y la lectura.
Indudablemente, a lo largo de la historia la evolución tecnológica nos ha demostrado que objetos totalmente diferentes supieron convivir. La aparición de la televisión no reemplazó a la radio, como así tampoco a los periódicos, sino que estos tres elementos se desarrollaron de manera interrelacionada y cada uno pudo aportarle al hombre algo diferente. Por ende, ¿quién podría afirmar que Internet hará que en pocos años desaparezcan los libros? Lo valioso de esto está en saber rescatar su complementariedad. Un modelo no es igual al otro, pero sí ambos pueden brindar diversos aportes enriquecedores. El desafío está en saber encontrarlos.

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