viernes, 21 de noviembre de 2008

Sobre las actuaciones en el Chat.

Las personas proyectamos una definición de la situación al presentarnos frente a otros, en esta situación sabemos que esos otros, por muy pasivos que sean, proyectarán a su vez eficazmente una definición de la situación en virtud de su respuesta a uno y de cualquier línea de acción que inicien hacia él.
En este aspecto el acto de “chatear”, en un comienzo dejaría de lado dichas proyecciones; en un principio el individuo estaría orientado a causar una “buena impresión” a través de las palabras.
Esto está relacionado con lo que plantea Erving Goffman en La presentación de la persona en la vida cotidiana, para él, “un individuo que implícita o explícitamente pretende tener ciertas caracterís­ticas sociales deberá ser en realidad lo que alega ser”.
A veces nos contactamos con personas que dicen tener nuestros mismos gustos e incluso la misma profesión o trabajo, se supone que se “confía” en la representación del papel, porque en cierto modo está en juego la credibilidad de quien escribe o espera una respuesta del otro lado del la pantalla, de otro lado del mundo.
En conse­cuencia, cuando alguien proyecta una definición de la si­tuación y con ello hace una demanda implícita o explícita de ser una persona de determinado tipo, automáticamente presenta una exigencia moral a los otros, obligándolos a valorarlo y tra­tarlo de la manera que tienen derecho a esperar las personas de su tipo. También, implícitamente renuncia a toda demanda de ser lo que él no parece ser, y en consecuencia renuncia al trata­miento que sería apropiado para dichos individuos. Los otros descubren, entonces, que el individuo les ha informado acerca de lo que «es» y de lo que ellos deberían ver en ese «es».
Sabemos que una situación cara a cara requiere de cada persona un nivel de control sobre sí misma, que incluye tanto la capacidad de ajustar y controlar los movimientos físicos como la aptitud para dar y recibir comunicaciones.
En contraposición, el Chat es una escenario donde todo es posible sin necesidad de esforzarse demasiado, si las conversaciones son con desconocidos hasta lo interesante puede resultar que del otro lado la persona que escriba sea totalmente opuesta a lo que dice ser. La cuestión está en tener presentes este tipo de consideraciones a la hora de sentarnos a escribir por las motivaciones que sean.
En todo caso está en cada individuo elegir de qué manera se presenta ante otros.
Entonces podemos decir que entonos los aspectos de la vida cotidiana a veces, quienes son observados emplean, por supuesto, es­tos medios adecuados para influir en el trato que les da el ob­servador; pero hay otro camino más corto y eficaz para influir en el observador.
En lugar de lograr ciertos fines por medios aceptables, puede tratar de producir la impresión de que logra ciertos fines por medios aceptables. Siempre es posi­ble manipular la impresión que el observador usa como sustitu­to de la realidad, porque el signo que sustituye la presencia de una cosa, no siendo esa cosa, puede ser empleado a falta de ella. La necesidad que tiene el observador de confiar en las represen­taciones de las cosas crea la posibilidad de tergiversación en cada actividad de la vida cotidiana del hombre.

Para escribir este comentario tuve en cuenta la relación que establecí al leer a ERVING GOFFMAN en su libro, La presentación de la persona en la vida cotidiana. Editorial Amorrortu, Buenos Aires, 1981 con los textos que analizan el Chat como fenómeno social.

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